El mindfulness, una herramienta fundamental para lidiar psicológicamente.

Tras un diagnóstico de cáncer, aparecen muchos sentimientos, tales como: miedo, incertidumbre, rabia, impotencia, tristeza, o injusticia. Tras el conocimiento de padecer la enfermedad, muchas personas son acompañadas por su familiares, amigos, o personas allegadas (en unas ocasiones más tarde, y en otras más temprano)

Pero… ¿Realmente las personas que acaban de ser diagnosticadas, muestran lo que sienten cuando hablan con ellas? ¿Se desahogan cuando están mal? ¿Cuentan con ellas?… En la mayoría de casos, la respuestas es “no”.

En muchas otras ocasiones, es cierto, que algunas personas, se dejan llevar por sus emociones (tristeza, rabia…) y se abren con las personas cercanas, aunque la mayoría, hace esfuerzos que no sirven para nada, intentando mostrarse bien ante los demás, y ello lleva a consecuencias negativas, dando a un “trastorno de evitación experiencial”, es decir, evitar todo lo relacionado con la enfermedad, dando a una falta de aceptación de la enfermedad.

Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma (C. Jung)

Todo ello genera un gran malestar, viéndose la persona en una espiral de pensamientos que afectan a la vida cotidiana, dando lugar a que ese malestar vaya en aumento, afectando a su vez el bienestar y la calidad de vida.

Pero… ¿Qué es mindfulness?

Mindfulness, si lo traducimos al español, significa: Atención Plena, y se define como “un estado de conciencia centrado en el presente, no interpretativo ni enjuiciados, en el que se permite que surja lo que tenga que surgir en ese instante, ya sean emociones, pensamientos o sensaciones corporales, reconociendo y aceptando cada hecho mental”.

Hay autores, como Germer et al., que se centran en “ser consciente del momento presente con aceptación”, mientras que otros, en cambio como Teasdale et al., “dan más valor al control de las emociones, el redirigir la atención una y otra vez para manejar el distrés emocional”.

Según Germer et al., la aceptación, el ser consciente y centrarse en la experiencia presente se han identificado como los procesos de cambio o mecanismos de acción de las prácticas de mindfulness.

La mayoría de personas, normalmente funcionan en el “modo de hacer”, es decir, en la actividad mental que se caracteriza por pensar en el pasado, planificar sobre el futuro, y analizar y procesar la experiencia presente con un tono enjuiciado y con actitudes de impaciencia.

Con la práctica de mindfulness, frente al “modo de hacer”, se cultiva el “modo de ser”, en el que se trata de observar lo que le viene a uno a la mente sin intentar controlarlo, permaneciendo tranquilos, sin reaccionar, saliendo de los pensamientos rutinarios: “me gusta”/”no me gusta”, y de los juicios “bueno”/”malo”.

En el “modo de ser”, se trabaja el momento presente, es decir, el sentido de la experiencia inmediata, el instante que hay entre la imagen mental y el momento en que podemos nombrarla.

Cuando practicamos mindfulness, lo que estamos haciendo es entender la atención, que es una forma de estar atentos. Se trata de tener una atención localizada, y a su vez, una atención relajada (conciencia sin elección), en la que los hechos mentales y sensaciones fluyen y llegan a la conciencia, explorando la experiencia cambiante y cultivando el insight sobre uno mismo y sobre la realidad. Se potencia la capacidad de distinguir entre las reacciones emocionales (bueno/malo/neutro) o afectivas (agradable/desagradable) y están condicionadas normalmente por los recuerdos e historias pasadas. “Utilizar la mente de forma plena y darse cuenta de lo que ocurre en cada instante, como si fuera la primera vez que ocurre: ¿Cuáles son tus pensamientos, emociones, tus sensaciones corporales ahora, y ahora, y ahora…?

Se trata de entender el mindfulness como “un proceso de regulación que favorece la capacidad de atender al constante flujo de pensamientos, emociones, y la relación con la experiencia”.

Hay estudios, que demuestran que cuando intentamos evitar pensamientos y emociones, sólo nos lleva a aumentar la frecuencia y la intensidad de éstos.

La finalidad de entrenar la mente, es para estar con los pensamientos y emociones, sin que éstos nos afecten (sin identificarlos con su contenido).

Factores que constituyen los soportes de la práctica de mindfulness (Shapiro y Carlson)

Shapiro y Carlson, definen 7 factores que constituyen los soportes de la práctica de mindfulness. Entre estos factores se encuentran los siguientes:

1. No juzgar: tomar conciencia de todas las experiencias, tanto internas como externas. Dado que los juicios, tienden a dominar nuestras mentes y dificultan el encontrar la calma en nuestro interior.

2. Ser pacientes: estar abiertos a descubrir lo que nuestro cuerpo tiene que mostramos sin necesidad de presionarlo. Esperar a que las cosas ocurran cuando tengan que ocurrir.

“No corras, ve despacio, que adonde tienes que ir es a ti solo” (Juan R. J.)

3. Tener confianza: confiar en el ser consciente, sin la intención de hacernos daño. Se trata de observar y ver con todos los sentidos (“confiar en tu cuerpo”).

4. No luchar: intentar no evitar emociones, pensamientos, ni sensaciones físicas.

5. Aceptación: cuando aceptamos, tenemos la oportunidad para percibir y relacionarnos con las circunstancias directamente, con mayor claridad y libertad. En cambio si nos resistimos a lo que está sucediendo, nos genera sufrimiento (sufrimiento= dolor x resistencia). Con la práctica de mindfulness, dejamos de luchar, de resistirnos a lo que hay.

6. Dejar ir, no apegarse: todos los pensamientos y emociones van y vienen. Tenemos, en ocasiones, la necesidad de permanecer en un estado de bienestar. Con la práctica de mindfulness, se pretende prestar atención a cada momento, siendo conscientes plenamente de lo que sucede, así como de los cambios que se producen. Es cambiar nuestra relación con la experiencia y prestar atención a lo que acontece en cada momento, siendo testigos de fluir.

7. Mentalidad del principiante o curiosidad: para que veamos con claridad, y surja la creatividad, hay que colocarse en la posición del “no saber”, e ir tomando los detalles de la experiencia. “La sabiduría está en el límite entre el saber y el no saber”. Para la tradición budista es mirar en “profundidad”.

Elementos que surgen en el estado mindfulness

Los elementos que surgen en el estado mindfulness, distinguimos los siguientes:

1. Conciencia de las sensaciones corporales: el cuerpo y las emociones, siempre nos mandan señales, pero en vez de bloquearlas, podemos optar por escucharlas y observarlas, y conectarse con lo que el cuerpo nos quiere transmitir, atendiendo a la respiración, acciones del cuerpo y las distintas partes del cuerpo. Debemos conseguir que la comunicación entre pensamientos y cuerpo fluya libremente para conocer esas señales.

2. Conciencia de las emociones: las emociones nos informan de cómo estamos viviendo algo, y si las utilizamos bien, nos pueden ayudar a resolver situaciones o mejorar las relaciones con los demás. Si nos dejamos llevar por las emociones puede generarnos un problema, pero ignorarlas o reprimirlas, es aún peor, pues la tensión acumulada tiende a desbordarse. Si mantenemos la conexión con nuestras propias emociones, seremos capaces de canalizarlas.

3. Conciencia de  los pensamientos: a veces tenemos diálogos internos, en el que algunas ocasiones somos conscientes y otras no (pensamientos, ideas, preocupaciones, obsesiones..) ocupan nuestra mente la mayor parte del tiempo. Pero nos pueden dar una información bastante valiosa sobre nosotros mismos. Las palabras, el tono que utilizamos, la manera de expresarse, tienen una gran influencia. Nos podemos sentir distintos cuando nos hablamos de forma crítica, despectiva, que si utilizamos un tono compasivo, tranquilizado. Si buscamos el silencio, quietud, empezamos a escuchar ese diálogo interior.

¿Cómo ayuda el mindfulness a pacientes con cáncer?

El mindfulness, en estos últimos años, ha demostrado ser una gran herramienta de trabajo, y muy eficaz en algunas problemáticas relevantes durante el cáncer:

  • Facilita la modulación del dolor.
  • Reduce el estrés y la ansiedad.
  • Mejora la calidad del sueño.
  • Aumenta la satisfacción personal.
  • Mejora la calidad de vida.

El mindfulness, es una práctica procedente de la meditación budista tibetana, y actualmente, está considerada dentro de la Terapia de Aceptación y Compromiso.

El objetivo, es ser conscientes de cada sensación física y psicológica, que nos transmita nuestro cuerpo. Pero, el mindfulness, no consiste en eliminar el dolor, ni los pensamientos, ni las emociones que nos crean malestar, sino escuchar lo que nos tienen que decir, sin juzgar, prestándolos la atención necesaria, dado que nuestro cuerpo nos habla constantemente, cada dolor, pensamiento, o emoción que tenemos, es una señal de nuestro cuerpo.

Cuando nos empeñamos, en el día a día, en no escuchar a nuestro cuerpo, éste nos acecha con mayor intensidad, dado que no escuchamos lo que nos tiene que decir.

Con la práctica de mindfulness, nos facilita la aceptación, comprensión y regulación de dichas emociones, pensamientos o sensaciones físicas.

Con el mindfulness, la persona aprende a centrarse en el momento presente, con menor tendencia a rumiar sobre el pasado y anticipar el futuro, y un menor uso de evitar emociones o pensamientos. Uno mismo, irá siendo capaz de estar con la emoción en un estado en calma, tanto como para aprender de la emoción y la situación, y reflexionar sobre otras alternativas que podamos tener a nuestro alcance.

Aunque los pensamientos y emociones permanezcan fuera de la conciencia, no significa que no nos afecten, ya que siguen ejerciendo su efecto y pueden dañarnos. Solemos tender a luchar para no sentir dolor físico o emocional. Pero, si nos negamos y nos resistimos al dolor, aumenta nuestro nivel de estrés, es decir, nuestro sufrimiento, y nos consume energía de cierta manera, pudiendo emplear esa energía en otros fines. En vez de luchar, lo que se pretende con el mindfulness, es reconocer las sensaciones dolorosas, emociones y pensamientos, y abordarlos minuto a minuto.

Debemos reconocer la emoción tal y como es, y aprender de ella: “¿Cómo sentimos la emoción en nuestro cuerpo?, ¿Qué historia nos está contando?, ¿Qué otras emociones la acompañan?”. En algunas ocasiones, se trata de miedo con pena, o de una pérdida, o simplemente hay dolor físico o psicológico. La aceptación, el reconocimiento y el estar presente, amplía el espacio, sin llegar a sentirnos oprimidos.

Un símil proveniente de la psicología budista, nos dice: “si pones una cucharada de sal en una taza de agua, el agua estaría salada, pero si añades la misma cantidad en un lago, el agua permanece pura y clara”. Lo que nos quiere transmitir, es que al final podemos estar presentes con la emoción con una actitud de dignidad y compasión, esto no significa que el miedo desaparezca, sino que se cultiva el poder de acompañar a la emoción y descubrir que uno es mucho más que la emoción.

El secreto de la salud para la mente y el cuerpo reside en no lamentarse del pasado, no preocuparse por el futuro y no anticipar los problemas, sino en vivir el momento presente sabiamente (Buda)

Gran parte del sufrimiento emocional, de las personas que padecen cáncer, está relacionado con la rumiación sobre cómo era su vida antes de padecer la enfermedad o los síntomas que generan. Es ahí, cuando se buscan atribuciones sobre la causa del cáncer o se tiende a la lamentación y arrepentimientos por lo que hicieron  o dejaron de hacer, viviendo de esta manera en el pasado.

En otros casos, lo que se produce son preocupaciones sobre cómo vivir en el futuro, considerando el dolor y el sufrimiento como algo que está ahí siempre, permanentemente.

Si se practica el mindfulness, atendiendo al presente y centrándonos en el aquí y ahora, nos proporcionará un antídoto poderoso para esos niveles de estrés producidos, que nos los encontramos en la memoria y en la imaginación.

Tras un diagnóstico de cáncer, las personas tienen dificultades para el manejo de la incertidumbre y lo impredecible, la falta de control sobre el futuro y sobre su cuerpo, junto con sentimiento de impotencia. Pero con la práctica de mindfulness, podemos llevar una actitud de aceptación, manteniendo  la experiencia en la conciencia sin reaccionar, lo que hace más llevadero, el sentirnos liberados de tener que controlar algo que no es controlable. Todo ello, se produce a través de “la comprensión de que la única certeza en la vida es el cambio y que, a veces, lo mejor para resolver un problema es no hacer nada”, consiguiendo una mayor apreciación de que las situaciones, estímulos, pensamientos y emociones cambian momento a momento, nada permanece. “Somos un río de cambio, y el sufrimiento aparece cuando intentamos atrapar e identificarnos con lo que va surgiendo”. “Cuando se acepta el cambio, se descubre que uno puede surfear las olas del mar más que intentar pararlas y el sufrimiento va cediendo; hay dolor, pérdida, ansiedad, terror, pero no es el final de la historia, no es lo que una persona es realmente, es sólo una parte de ti, y únicamente en este momento temporal”.

Es importante practicar mindfulness, y cultivar una mente compasiva, practicando meditaciones de “living-kindness” (amabilidad afectuosa) y meditaciones focalizadas en la compasión, se fomenta una actitud amable y cálida de reconocimiento y aceptación del propio sufrimiento y de otros.

En cambio, si practicamos la crítica y la no aceptación, lo que conseguimos es sentirnos mal con nosotros mismos, aislándonos y nos llevará a las rumiaciones, impidiéndonos reflexionar sobre los problemas.

Existen 3 componentes de la compasión hacia uno mismo, de acuerdo con Kristin Neff:

  • La amabilidad con uno mismo.
  • La humanidad compartida y mindfulness.
  • La atención ponderada y ecuánime hacia los hechos mentales.

De esta manera, conseguiremos ser capaces de relacionarnos con nosotros mismos, cuidándonos, consolándonos y animándonos.

En definitiva, lo que se consigue con la práctica de mindfulness, es un “estado de la mente en el que se puede modular la intensidad de los recuerdos, disminuir la reactivada, dar esperanza de que la curación es posible, establecer una nueva identidad como una persona con recuerdos dolorosos, y dar sentido a la experiencia, permitiendo así desarrollar el yo observador y ayudándonos en la desidentificación de los síntomas”.